"El saldo de su cuenta al 30 de octubre es de.... 0 pesos"
Nunca entendió el dicho ese: Billetera mata galán. Siempre se imaginó una gran billetera de cuero con broche metálico de un metro cincuenta por sesenta centímetros cayendo, llena de monedas de un peso, desde el piso 14 del edificio de la calle Illia sobre un "pseudo punkito con acento finito" y ¡¡¡¡plash!!!! puré de galancete.
¡Ojo! Qué también podría ser una billetera explosiva cargada por una esposa celosa que descubrió, gracias a su olfato canino que el "mal nacido" de su marido la engaña con una mujer 10 años mayor que ella: "¡Maldito si por lo menos fuera una pendeja tendría como justificarlo!"
O podría ser la famosa billetera de piel de cocodrilo, es decir el famoso cocodrilo en la billetera que literalmetne te come, claro que en ese caso sería la billetera de "Cocodrilo Dundee" o "Indiana Jones" por si acaso.
En fin, lo que a él lo estaba matando era, paradógicamente, no tener una billetera para que lo mate. Cementerio de plásticos vencidos, monedas oxidadas de épocas mejores ¿épocas mejores? Si el pasado ya no existe y el futuro no se sabe, ¿no es el presente la época mejor?
Escondido bajo el cierre que no cierra había un único billete, de un tamaño ahora gracioso, parecía algo así como un billete formato sábana. Le pareció graciosa la comparación y volvió a guardarlo, a lo mejor en un futuro, si es que llega, podría transformarse en un objeto de colección para venderlo a un precio altamente razonable: "Subasto billete rosado del siglo XX tamaño sábana", si, así lo promocionaría.
En fin......la miró a ella, allí dormida ofreciéndole la espalda desnuda, ajena a su tortura, sin fechas de vecimiento ni carmines en el Banco.
Ella era lo único suyo que poseía, porque como dice Albeto Cortez "digo nuestro porque lo que amamos lo consideramos nuestra propiedad". Estaba ahí, más allá del bien y del mal, más allá de odios y rencores, de olvidos o perdones, ella estaba ahí, junto a él, siempre dispuesta para su amor, para apoyarlo, para mirarlo, para besarlo, para escucharlo...¡Cómo amaba su capacidad para escucharlo! Porque a veces era tanta la angustia que él hablaba pero no escuchaba sus propias palabras, sabía que estaba emitiendo sonidos, pero no los escuchaba...pero ella si, le sonreía con sus ojos inundados de amor y siempre tenía la palabra justa. ¿Cómo lo hacía? ¿Habría estudiado en la Universidad de la comprensión? ¿Acaso existiera una facultad que enseñe a escuchar, a entender o a perdonar? Si así fuera ella sería la graduada con el mejor promedio, eso era seguro y él habría ido orgulloso a acompañarla el día de la entrega de diplomas.
Por un segundo pensó que lo mejor era librarla de él mismo, salvarla de tanta abundancia de escasez ¿Eso sería cobarde o valiente? Es decir: el soldado que huye ¿Realmente va a otra guerra? ¿Entonces para que huyó? Se hubiera quedado en esa y listo, salvo se haya sido Waterloo, entonces no se le podría reprochar nada al pobre hombre.
En la penumbra de la noche clara, guardó uno a uno los recibos que aún no habían recibido nada en su billetera vacía de capital y sonrió.
No fue una risa con carcajada porque la habría despertado a ella que tanto amaba, tampoco fue una mueca tipo Mona Lisa, sino más bien un pacto, una tregua.
Luego miró el telegrama, pocas palabras, por eso es telegrama, sino hubiera sido una carta de despido. Le molestaba que el telegrama no dijera lo que ellos realmente pensaban: "No sabemos que hacer entonces te echamos a vos que no sos nadie y seguro que no nos vas a hacer quilombo", sin embargo habían elegido la ceremoniosa terminología legal-laboral que decía lo mismo pero más melodioso.
Entonces pensó en aquellos ojos enamorados que, sabía, lo despertarían como todos los días a las 6 en punto y decidió que todo estaría bien, redactaría una síntesis de su vida en un papel impreso en computadora, se pondría su mejor traje y saldría a la calle a buscar nuevos rumbos.
¿Billetera mata galán? Por supuesto que no, antes de entrar para abrazar a su amada que lo esperaba con el almuerzo listo, cortó unas flores de una casa vecina y sonrió. Hoy es un nuevo mañana.
1 comentario:
Es el frío de la ausencia... pero el frío de lo que viene.
No tenga miedo Srta!
El otro lado de la cama se pone tibio de a poco
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